México cuyo Día Nacional en la Expo 92 coincidía con la conmemoración del 182 aniversario de su independencia con España, destacó el interés de su pueblo por mantener viva la llama de la unión y la prosperidad con los españoles. Por su parte, la ministra portavoz del Gobierno, Rosa Conde, que actuó como representante en funciones, elogió los contenidos del Pabellón mexicano en la Muestra Universal y destacó su sentido amplio.
La presencia de México en la Exposición Universal de Sevilla obedecía al deseo explícito de refrendar la amistad con España, con estas palabras el ministro de Relaciones Exteriores de este país, Fernando Solana daba la bienvenida a todo el público que se agolpó aquel 16 de Septiembre de 1992 en el Palenque para celebrar el Día Nacional mexicano en la Expo 92.
Fernando Solana hizo referencia también a los logros y los éxitos alcanzados en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Madrid en aquel mismo año y confirmó la decisión junto a los países de Iberoamérica de estrechar relaciones con España y Portugal.
Para finalizar su discurso, Fernando Solana alabó asimismo el sentido de la organización de la Muestra, del que dijo que esperaba que no se empañaran con los índices meramente estadísticos que se dieran tras la clausura.
Fue el comisario general de la Expo, Emilio Cassinello, quien recordó una curiosa similitud entre México y España, <<pues sus nombres concurren en lo singular>>. <<No es un juego de letras, puntualizó>>, << llevamos la idiosincrasia marcada por la X persistente de los destinos entrelazados del cruce continuo de los caminos, las razas y las culturas; y estamos tocados por la Ñ, letra con remate de heráldica quijotesca, que avisa de desenlaces místicos y duramente sensuales>>, explicaría aquella jornada Cassinello.
Para finalizar el recuerdo del Día Nacional de México debemos recordar en la Expo-Hemeroteca su fantástico pabellón, fiel legado de aquella Muestra Universal. Pedro Ramírez Vázquez fue el arquitecto de tan peculiar estructura, también autor del proyecto del pabellón del COI.
Su arquitectura la forma una pirámide plana (imitando los templos aztecas precolombinos). Consta de dos espacios: un edificio con dos plantas, a las que se accedía durante la Expo por una rampa, que finalizaba en una X de 18 metros de altura que mostraba el cruce e integración de las culturas.
El visitante durante la Exposición Universal atravesaba una cortina de agua para entrar a la exposición interior. En la azotea en la actualidad aun se conserva algunas maquetas que reproducía los templos más representativos de México además en aquel 92 los visitantes podían disfrutar de un palenque para espectáculos al aire libre, donde uno de sus extremos se plantó vegetación típica mexicana.
Los contenidos de este fantástico pabellón mostraban todo un proceso multicultural y multiétnico de la identidad mexicana. También hubo una conexión diaria de dos horas con México para integrar a los mexicanos en el proyecto de la Expo’92.