Una de las claves de este proyecto residía según Jaime López de Asiain, (director del equipo que elaboró el proyecto) en el uso que se había previsto en aquel 1995 para utilizar la parte central del edificio, donde se instaló, en varios niveles, la biblioteca de la Escuela Superior de Ingenieros, un espacio único de manera que todo los cerramientos son acristalados y recibe una luz cenital, que fue estudiada con un programa especial de iluminación natural a partir de una cubierta orientada al sur para obtener el máximo de luz y lo más constante posible a lo largo de todo el año.
Concebido como sala de exposiciones durante la Expo’92, el edificio de Plaza de América es un gran contenedor y todo el espacio interior se controlaba artificialmente con un gasto disparatado pero admisible para un evento como la Expo, el estudio previo que realizó el equipo de López de Asiain, demostró que acondicionar el pabellón tal como estaba podía suponer un consumo energético anual equivalente al costo del presupuesto total que tiene la Universidad Hispalense para ese fin en todo sus edificios.
Para conseguir este objetivo se había recurrido a distintos sistemas, desde el más tradicional, con la disposición de patios interiores, hasta los más sofisticados basados en monitores cenitales, con difusores especialmente diseñados para el clima de Sevilla y contando además con elementos incorporados a la fachada que tienen un carácter reflector que aumentan y distribuyen la iluminación natural, protegiendo, a la vez, del sol en verano.
La adaptación del pabellón Plaza de América se caracterizó por sus condiciones de funcionamiento y equipamiento, del más alto nivel, pero, sobre todo, por su enfoque bioclimático que es el que se desprende de los sistemas que se aplicaron para salvar las dificultades que presentaba el pabellón y hacerlo compatible con su nuevo uso docente e investigador.