Nos trasladamos al 12 de Junio de 1990 fecha en la que tiene lugar el comienzo oficial de las obras de construcción del pabellón británico de la Exposición Universal de Sevilla.
El acto que se desarrolló en la propia parcela del Reino Unido, estuvo presidido por el secretario general de la oficina del Comisario, José Luis Ballester, y por el comisario de la sección nacional del Reino Unido, John Ure.
El pabellón que Nicholas Grimshaw proyectó en la Isla de la Cartuja como bandera del Reino Unido en la Expo de Sevilla reflejó lo que ha sido la gran aportación británica a la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX.
El pabellón británico fue un ejemplo claro de arquitectura entendida como alarde tecnológico y no se limitó a ser un contenedor de descubrimientos técnicos, sino que él mismo edificio constituyó una novedad tecnológica en el campo de la construcción, fue una aportación aséptica desvinculada de toda referencia al entorno cuya identidad nacional solamente queda reflejada en una gigantesca bandera añadida al edificio.
En cuanto al uso en sentido estricto del pabellón, el edificio respondía a su carácter público con un gran espacio único. Dentro del mismo se colocaron unas plataformas a distintos niveles y unas cápsulas cerradas que correspondían a las salas de proyección.
Los visitantes accedían al edificio por una pasarela que atravesaba la fachada este bajo una enorme e iluminada reproducción de la bandera británica.
Las grandes afluencias de público estaban controladas durante la espera en una zona donde se podía disfrutar de un programa de espectáculos antes de iniciar la ruta de la exposición. Esta ruta conducía a los visitantes a través de escaleras mecánicas de una sola dirección hacia los dos niveles superiores de capsulas expositivas.
El recorrido principal por rampas mecánicas y escaleras ofrecía numerosas posibilidades de rutas alternativas, de modo que era posible un recorrido lineal completo pero también los visitantes podían detenerse y abandonarlo en cualquier momento.
El final de la ruta situaba al visitante de nuevo en el nivel de entrada, donde éste podía elegir entre salir del pabellón pasando por el mostrador de información o bajar al nivel de las zonas de cafetería y restaurante situadas en planta baja, al borde de un lago interior con objetos flotantes.
Los visitantes con accesos Vips disponían de un acceso privado en la planta baja, pasando por debajo de la lona de la fachada sur y llegando hasta la zona de recepción y desde allí dos ascensores hidráulicos subían hasta una sala de vidrio situada en la parte superior de la cápsula sur, desde donde se podían disfrutar de unas vista espectacular del interior del pabellón y también de una vista panorámica sobre el recinto de la Expo’92.
El Pabellón se diseñó como una estructura sensible al medio ambiente que encierra un inmenso espacio que recordaba a una catedral. El sol matutino caía en la alzada este, una pared de vidrio suspendido, de 18 metros de altura, enfriada por un flujo continuo de agua que se deslizaba por su superficie y caía en un lago que se extendía por toda la longitud del edificio.
El tejado estaba montado por láminas gigantes que proporcionaban una plataforma para el montaje de paneles solares, la electricidad, así generada, hacia funcionar las bombas para la pared de agua.
El edificio se había proyectado para que todos sus componentes fuesen prefabricados en Inglaterra y posteriormente trasladados en barco hasta Sevilla para su montaje, de modo que el edificio expresaba el recorrido geográfico entre la fabrica inglesa y el solar sevillano donde serian construido, un solar que tal día como hoy en 1990 comenzaba a moverse para levantar dicho pabellón.