El comisario de la Exposición, Manuel Olivencia, recibió aquella jornada la confirmación del Vaticano de que estaría presente en el acontecimiento Universal de 1992, todos los países querían participar en la Expo’92 y los países que lo decidieron tenían que utilizar a petición de los organizadores del evento, la vía diplomática para transmitir el acuerdo de su Gobierno por el que se comprometían a estar presentes en la Muestra española.
Hasta ese mismo mes de Abril de 1988, eran más de medio centenar de países e instituciones que habían confirmado su participación, el Vaticano fue el último en aquella jornada, que en 1992, además de celebrar el V Centenario del Descubrimiento de América, también celebraron la Evangelización del Nuevo Continente.
El pabellón de la Santa Sede se concibió como un libro efímero, un libro donde se recogían cinco siglos de proceso evangelizador principalmente en América Latina. La exposición se distribuía en dos plantas. Para la muestra se construyó un ciborio, replica de otro encargado por Pio II en 1458. En total se expusieron 255 piezas, algunas de ellas únicas en el mundo.
Su volumen estaba compuesto por un prisma rectangular de planta 50 x 20 metros coronado por una familia de bóvedas de cañón, presidida por una cúpula en bóveda de arista de 20 metros de altura en su clave, el espacio interior está ordenado en tres naves longitudinales, las bóvedas de cañón se enfrentan a las fachadas en planos perpendiculares a sus ejes longitudinales y se abren así, según los arcos de medio punto correspondientes en la cara norte y en rincones de claustro las laterales de la cara sur que valorizan la portada.
Se eligieron tres materiales únicos como elementos constructivos del conjunto: el acero tubular (radio de 20 cm), constante en toda la estructura excepto en los arcos mayores de cúpula (25 cm), que permitía, con su homogeneidad, la geometría del conjunto; el cristal, transparente u opaco para el cerramiento, trabado en malla de aluminio lacado, independiente de la estructura fundamental soportado por ella; y el hormigón en cimentación y pavimento.
Se usó el blanco y el negro en la estructura y un rosado pálido para los paramentos y pavimentos interiores. En este pabellón se trató de conseguir una arquitectura cuya geometría identificara el constante criterio de ordenación espiritual que ha caracterizado a la Santa Sede sin acusar un carácter eclesial inapropiado para la Expo.