En la orilla del lago de la Expo, entre el Pabellón de España y Plaza de América, se instaló, como un hito temático más, una recreación de lo que en el siglo XVI fue toda una revolución en Toledo. Se trataba del llamado <<artificio>> de Juanelo, que elevaba agua desde el río Tajo hasta El Alcázar, a cien metros de altura, y que básicamente se parecía a una noria.
El artificio de Juanelo que se ubicó junto al lago en la Cartuja consistió en una estructura con una rueda dentro del lago que al girar, transmitía el movimiento a una especie de cucharas. Estas bajaban, recogían agua y al subir el líquido pasaba por unos tubos a la cuchara siguiente, mediante un sistema de vasos comunicantes.
Ginés Aparicio lo presentó aquel 13 de Marzo de 1992 durante un recorrido que efectuó con la prensa por el recinto de la Expo, y afirmó que el sistema recreado de Juanelo Turriano estaría listo para funcionar todos los días de la Muestra Universal de Sevilla.
Natural de Cremona (Italia), Juanelo Turriano, relojero de Carlos V, fabricante de autómatas y hombre que cultivaba su reputación de taumaturgo, resolvió el problema del abastecimiento de agua a la ciudad de Toledo, que siempre había preocupado. La gente común tenía que bajar al Tajo con cántaros, o servirse de aguadores que la llevaban en mayor cantidad, sobre asnos, desde el río mismo.
En 1565, Juanelo ideó el famoso <<artificio>>, que costó muchos años de trabajo y que en principio lo construyó a base de brazos de madera y cazos de la misma materia que después resultó frágil, porque ya a comienzos del XVII necesitaba mucha reparación.
Turriano propuso a la ciudad la construcción de un segundo artificio, y se reservó derechos para su explotación. La obra fue completada en 1581 y, aunque sí cobró, no pudo hacer frente a los costes de mantenimiento de la estructura, y tuvo que acabar cediendo su control a la ciudad.