China presentó aquella jornada del 12 Julio de 1990 el anteproyecto de su pabellón en la Expo’92 y decidió que su pabellón fuera prefabricado y efímero.
La importancia que el prefabricado estaba cobrando en la Expo’92, dada la falta de tiempo para que los participantes tuvieran listos sus pabellones dentro de los plazos previstos, quedó demostrada una vez más con el anteproyecto presentado a la Expo por la República Popular China, que estuvo representada en el recinto de la Isla de la Cartuja mediante un pabellón de estructura prefabricada.
El pabellón chino, que tuvo un coste aproximado de cuatrocientos millones de pesetas, estuvo ubicado en la avenida 5, la más al sur de las cinco grandes avenidas del recinto y la más cercana al conjunto monumental de la Cartuja de Santa María de las Cuevas.
Se construyó en una parcela de tres mil metros cuadrados sobre la que se levantó un edificio de dos plantas. Excepto la cimentación y piezas especiales, el pabellón se fabricó en su país de origen y posteriormente fue ensamblado sobre los cimientos.
Se trataba de un edificio de estructura moderna, cuyos materiales de construcción fueron trasladados directamente desde China, pero con una fachada tradicional que reproducía la de un palacio imperial, flanqueado por dos leones de jade.
Bajo el lema <<La civilización china>>, el pabellón estaba dividido en cuatro partes. La primera mostraba los logros culturales, científicos y tecnológicos del país asiático con referencia especial a los que han sido sus grandes inventos: la pólvora, el papel, la brújula y la imprenta.
Los avances de China en la ciencia y alta tecnología contemporáneas formaban la segunda zona. La tercera estaba dedicada a la jardinería, verdadero arte en aquel país, y la cuarta zona a la artesanía popular con la exhibición de un gran tapiz.