Cerca de cuatrocientas piezas representativas de la época del Descubrimiento de América, procedentes de ciento diez museos de veintiocho países, integraron la gran exposición Arte y Cultura en torno a 1492, que fue inaugurada aquel 18 de Mayo de 1992 por el presidente del Gobierno, Felipe González en el Monasterio de la Cartuja.
Se trataba de la muestra de más contenido histórico de cuantas se exhibieron en la Muestra Universal durante aquellos seis meses con motivo del V Centenario, entre otras piezas de valor excepcional, se encontraban obras de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Botticelli y Berruguete, así como la tienda de campaña del Emperador Carlos V.
Con el título de Arte y cultura en torno a 1492, el monasterio de Santa María de las Cuevas inauguró la exposición más importante de las programadas en la Expo sevillana.
Las cuatro grandes culturas del siglo XV (Europa, mundo islámico, Extremo Oriente y América precolombina) estaban representadas por 328 piezas de primer orden que se exhibían mezcladas para mostrar los puntos comunes de cada cultura.
La exposición ofrecía el atractivo de poder visitar el monasterio de Santa María de las Cuevas, edificio rehabilitado por la Expo y que, pese a su interés arquitectónico e histórico, hacía décadas que se encontraba en estado ruinoso.
El comisario de la exposición, Joan Sureda i Pons, explicó en la inauguración que lo realmente novedoso de la muestra estaba en la forma de presentar las piezas.
Sureda i Pons había logrado que los visitantes salieran con una idea global sobre lo que era la cultura en el siglo XV a través de sus distintos puntos geográficos. En este concepto estriba la gran diferencia con la exposición Circa 1492, que se exhibió en la Galería Nacional de Washington en 1991.
La visión sincrónica del tiempo del Descubrimiento que Sureda aplicó a la exposición hacia que ésta partera de cuatro grandes áreas culturales: Europa, el mundo islámico, el Extremo Oriente y la América precolombina; sin olvidar la cultura bizantina y el África no islámica.
El resultado de este planteamiento supuso poder ver un Ecce homo de Alonso Berruguete en medio de dos votos reales de la India que forzaban a que la contemplación tuviera un enfoque puramente artístico, lejos del carácter religioso de la escultura de Berruguete.
El hombre frente a los grandes problemas cósmicos estaba detalladamente representado. En el ala norte del claustro se mostraron las piezas con las que se ilustraba sobre cómo el hombre de cada una de las distintas culturas se enfrentaba a los grandes problemas: a la guerra, al poder, a la subsistencia cotidiana, a los dioses… La riqueza de las piezas fue sobresaliente, y llamaba la atención no sólo las pinturas y esculturas procedentes de los mejores museos del mundo, sino otras más insólitas, como un grupo escultórico en el que se representa desde un grupo funerario indio hasta las ropas de Boabdil o espectaculares braseros de cerámica mexicana.