La fecha que recordamos hoy estaba reservada a la Unión Soviética, después a la Confederación de Estados Independientes (CEI), y por fin a Rusia.
La famosa <<escalera de la perestroika>> del pabellón diseñado por el arquitecto letón Juris Poga había sobrevivido al régimen que la alumbró, y con sus continuos cambios de colores y letras se podía simbolizar a la perfección las variaciones de color político que se vivieron en los últimos años antes de la Exposición a la sombra del Kremlin.
Del derecho o del revés, el pabellón situado en el Camino de las Acacias había sido una de las grandes incógnitas de la Expo, y un ejemplo de que la creación y desarrollo de las Exposiciones Universales estaban totalmente determinadas por los avatares de la historia, porque la Historia es la que da razón de ser a estos acontecimientos.
Cuando las máquinas excavadoras comenzaron a trabajar en la Cartuja, estaba previsto que íbamos asistir a una Expo protagonizada por las dos superpotencias, Estados Unidos y Unión Soviética, con grandes edificios, tecnología punta y abundante oferta cultural. Sin embargo la crisis que sufrían ambas se había trasladado también a Sevilla, donde la geopolítica en miniatura de los visitantes se destacó por Japón y Canadá, o incluso por Mónaco y Chile, antes que por los dos gigantes.
Yuri Denisenkov fue el actual comisario ruso para la Muestra sustituyendo a Nikolai Filippov, quien presentó en 1988 el edificio que iba a representar a la URSS.
Tras la desaparición de la URRS a finales de 1991, las antiguas repúblicas soviéticas no mostraron interés en participar en la Expo 92, totalmente ocupadas en remediar una desastrosa situación política y económica.
Rusia fue asumiendo paulatinamente los compromisos adquiridos por la Unión Soviética, a través de la Embajada en España.
Ubicado en la Exposición Universal de Sevilla, en la Avenida 4, frente al pabellón de Canadá y Mónaco, el de Rusia tenía una superficie de 5.000 metros cuadrados, de los cuales 3.000 se habían destinado a zona expositiva y los mil restantes estaban repartidos entre el restaurante y una sala de espectáculos, con capacidad para 400 personas.
La exposición se componía de tres secciones diferenciadas: <<El hombre descubre la tierra>>, <<El hombre descubre el Cosmos>> y <<El hombre se descubre a sí mismo>>.
El viceprimer ministro ruso, Mijail Nikilforovich, destacó durante el día nacional de Rusia la importancia de la Expo para la coexistencia pacífica mundial de su país. Asimismo, advirtió que Rusia, tras quitarse los ropajes del totalitarismo, es una nación que quería abrirse al mundo y la prosperidad.
La jornada del día de honor de Rusia fue muy variada, con diversas actividades que mostraron las costumbres populares.
La más significativa de ellas correspondió al bautizo oficial del pabellón, para el cual vino el pope llamado Nefedou, de la Iglesia de la Epifanía del Señor, en Moscú.
Pero lo que más sorprendería y agradaron a los visitantes que deambulaban por los alrededores del Palenque primero y del pabellón ruso después fueron las danzas del grupo Ronsinka.