El pintor y escultor figurativo Eduardo Arroyo, fallecido este domingo 14 de Octubre en Madrid a los 81 años, fue uno de los artistas más relevantes del arte español del siglo XX y el gran exponente de la llamada «figuración narrativa».
Arroyo nació en Madrid el 26 de febrero de 1937. En 1958 se exilió voluntariamente en París (Francia), donde permaneció hasta la llegada de la democracia. En la capital gala además de dedicarse al periodismo, comenzó su actividad como pintor.
Artista autodidacta, pronto conectó con los círculos intelectuales y artísticos de vanguardia y desempeñó un importante papel dentro de los sectores progresistas de la cultura francesa.
Hoy recordamos la obra de Eduardo Arroyo durante los seis meses de la Muestra Universal, una obra que llegaría dos meses antes de la inauguración de la Expo 92, cuando se produjo el incendio del que estaba llamado a ser su pabellón estrella, el de los Descubrimientos, que ardió por completo dejando el edificio inservible e irrecuperable.
La Comisión organizadora encargó al escultor Eduardo Arroyo que creara una cubierta que disimulara los daños del incendio pero dejase ver al mismo tiempo el potencial del edificio.
Como esta obra por su propia concepción era efímera (de hecho, se deterioró prematuramente años antes de la demolición del Pabellón de los Descubrimientos), se pensó en dar a su autor la posibilidad de crear una obra de menor tamaño que perdurara en el tiempo. Arroyo realizó la escultura titulada El deshollinador de la Cartuja, situada en los jardines del Edificio Expo, en la esquina de las calle del Inca Garcilaso y Francisco de Montesinos. Es una reproducción de la mayor silueta usada en el Pabellón, mide 3,7 m de altura, pesa casi una tonelada y su coste fue de unos 210.000€.
De esta manera el pintor madrileño Eduardo Arroyo cubrió tres fachadas del siniestrado pabellón de los Descubrimientos con cerca de 2.000 escaleras pintadas de colores, cedidas por empresas que las habían utilizado en las obras de la Expo, y 50 deshollinadores gigantes. Escaleras y deshollinadores son motivos habituales en la obra artística del pintor.
Lo que Arroyo llamó «gran escultura» no estuvo terminada para la inauguración de la muestra, el 20 de abril. Esta circunstancia fue, para el presidente de la Sociedad Estatal, Jacinto Pellón, un atractivo más de la Expo, ya que, dijo, «el público pudo contemplar la labor del artista mientras terminaba el montaje».
Con las 2.000 escaleras regaladas por las empresas que habían pintado los pabellones de la exposición, unos 50 deshollinadores coloreados de negro de hasta 20 metros de altura y muchos espejos rotos, Arroyo ha ideó la «gran escultura» que maquilló las heridas dejadas por el incendio del 18 de febrero 1992 en tres de las cuatro fachadas del pabellón de los Descubrimientos que quedó inutilizado para la muestra. El edificio quedó «como un tapiz gigante».
La idea surgió un mes antes de la inauguración de la Expo, en París, donde residía el artista, en lo que fue, según el presidente de la Sociedad Estatal, Jacinto Pellón, «una noche maravillosa».
Arroyo no tuvo la intención de ocultar el daño sufrido por el siniestro en el edificio diseñado por el arquitecto Javier Feduchi: «Quisimos enseñar la herida provocada por el incendio».
La obra contó, durante la noche, con efectos de luces diseñados por el autor de la iluminación de la Torre Eiffel, Pierre Villar. La gran esfera armilar que presidia uno de los módulos del edificio, apareció como una gran bola de fuego visible desde muy lejos, según manifestó el autor.
El artista dijo que es la única ocasión en el mundo que se ha ideado una «cosa tan disparatada», y resaltó lo más importante para él: «Se trata de un trabajo que se rellenará cada día: probando cómo queda cada cosa, y cambiándola sobre la marcha» contaba en propias palabras el artista que hoy recordamos.