El Consejo de Ministros de Japón, celebrado en la mañana de aquel 28 de febrero de 1989, decidió participar en la Exposición Universal de Sevilla 1992, y designó a la Organización Gubernamental de Promoción del Comercio Exterior (Jetro) como órgano representante en la Isla de la Cartuja.
El ministro de Comercio Internacional e Industria, Hiroshi Mitsuzuka, declaró al dar cuenta del acuerdo de Consejo de Ministros, que la participación japonesa en la Expo servirá para estrechar aún más las relaciones con España y la Comunidad Económica Europea. Para Mitsuzuka, la Exposición sevillana (la primera que se celebra en el mundo con carácter universal después de la de Osaka de 1970) sería una oportunidad inmejorable para ayudar a los visitantes a comprender mejor el Japón moderno.
El Miti destinaria 47,3 millones de dólares (unos cinco mil quinientos millones de las antiguas pesetas) para sufragar los gastos de participación japonesa durante los siguientes cuatro años en la Muestra Universal.
Tadao Ando el arquitecto del pabellón es considerado uno de los líderes del regionalismo crítico, rechazando el empleo indiscriminado de la arquitectura moderna en todas las culturas del mundo. Su obra combina formas y materiales del movimiento moderno con principios estéticos y espaciales tradicionales japoneses.
Este pabellón fue proyectado para la Exposición Universal de Sevilla de 1992, Ando decidió que el pabellón debía representar en sí mismo a la cultura japonesa, por lo que fue construido en madera, material tradicional de su país. Esta fue su primera obra fuera de Japón y la mayor estructura de madera construida hasta ese momento.
“El visitante accedía al edificio a través de un puente en forma de arco que le conducía a la planta superior y a un mundo de ficción, a un mundo de sueños. Fue un puente que unía el Este con el Oeste […] La estructura del edificio -el sistema de vigas y columnas- se podía apreciar en la mayor de las salas, de más de 17 metros de altura e iluminada por la luz que se filtraba a través de la pantalla de teflón [que formaba la cubierta]. El tamaño de los espacios de las salas variaba, así como también variaba el tiempo de recorrido a través de ellas. Esto provocaba cierta tensión en los visitantes que les transmitía la sensación del fluir de la historia japonesa.”