El proyecto del Consejo Federal helvético para la Expo’ 92 apostó por la cultura y la sorpresa a través del espectáculo y la vanguardia. Si la construcción del pabellón comenzó tarde, el consejo de Suiza recuperó con creces el tiempo perdido con la presentación de toda la programación de actividades con la que se vivió durante la Muestra Universal en el Pabellón de Suiza a la sombra de la singular torre de cartón reciclable.
Por primera vez, Suiza optó por mostrar su cultura en una Exposición Universal. Es difícil definir una cultura suiza como se haría en el caso de Francia o Alemania, por ejemplo, ya que la fuerza de su aportación está en su regionalismo cultural, social, lingüístico, político, religioso…Esta mezcla, que para los helvéticos no supone ninguna sorpresa porque forma parte de su vida cotidiana desde hace siglos.
Para plasmar lo insólito e inhabitual, Suiza optó por sus artistas en la Expo de Sevilla, con preferencia por los más jóvenes y sorprendentes, para desmentir la famosa frase de Orson Welles en la película <<El tercer hombre>> en la que se indicaba: …<<En 500 años, Suiza sólo ha inventado el reloj de cuco>>.
Buena parte de los artistas y creadores que participaron en la Expo visitaron aquella jornada el pabellón, acompañados por el director del programa cultural, Adolf Burkhardt, con el fin de conocer las dimensiones y características de los espacios en los que se materializaría sus proyectos durante los seis meses de la muestra. Entre los mismos cabe destacar a Harry Szeeman, pensador filósofo, responsable del concepto y diseño de las salas de exposición; Bruno Weber, el escultor artífice del gigantesco dragón de la entrada del pabellón, ubicado en la base de la torre de cartón reciclable de 38 metros de alto, (sin duda, lo más espectacular del edificio, que sirvió como reclamo para atraer visitantes).
También estuvo en Sevilla aquella jornada, Pierre Marietan, compositor y autor de las melodías basadas en diferentes lenguas y dialectos suizos que podían escucharse en el edificio, también otro de los artistas que recorrió el pabellón aquel día fue Bernhard Luginbuhl, que preparó una escultura monumental para el techo en forma de grada del pabellón, que sirvió también como plaza exterior y teatro para las actuaciones al aire libre de trovadores y mimos.
La arquitectura del pabellón permitió la realización de todos los objetivos culturales junto al gran elemento efímero del pabellón, la torre de papel cartón donde durante el día se podía observar en su interior juegos de sombras y luces.