El primer ministro de Nueva Zelanda, James Bolger, llegó al pabellón de su país un día antes de la celebración, donde se le ofreció el <<Powhirim>>, ceremonia de bienvenida, y un <<desafío maorí>>. El beso de <<nariz a nariz>> dio paso a un conjunto de canciones y bailes tradicionales.
El pabellón de Nueva Zelanda se sitúa en el llamado durante la exposición, Camino de las Acacias, junto a los pabellones de Estados Unidos y Reino Unido.
La entrada principal del pabellón fue un auténtico espectáculo para los visitantes, que podían disfrutar del baile conocido como el <<desafío maorí>> y de las canciones de bienvenida al ritmo de los <<por>> (pompones de colores).
Las actuaciones de los maoríes estaban repartidas durante el día en cinco pases. La fachada del pabellón estaba recubiertas con rocas con plantas, agua y una colonia de <<Gannets>>, compuesta de treinta pájaros mecánicos controlados por un equipo hidráulico de aire. Los sonidos simulaban la experiencia de una playa, el mar, las olas y el ruido de las gaviotas.
Un puente conducía al visitante a la entrada por donde comenzaba el recorrido en el interior del pabellón. El primer teatro fue una sala coronada por un globo terráqueo, dentro de un compás náutico, con un eje que atravesaba directamente Nueva Zelanda y España. Este globo situado hoy en día en la Universidad de Sevilla recordaba al visitante que Nueva Zelanda se encontraba geográficamente en el polo opuesto de Sevilla.
El recorrido continuaba por el interior del pabellón donde el visitante se empapaba poco a poco del paisaje de Nueva Zelanda, mediante imágenes en movimiento del mar, el viento y el agua, y el paisaje de playas luminosas del norte, o los fríos fiordos del sur.
Una cara tatuada, amenazante, presagiaba la cultura del guerrero, su alfarería de guerra y sus formas de arte inspiradas en la naturaleza. Al final de este viaje de seis minutos una luz iluminaba a los seis héroes del gran descubrimiento del pacífico, que habían vigilado atentos cada segundo del espectáculo. El artista Tony Stones realizó las estatuas de los descubridores que presidieron esta sala.
El recorrido continuaba por el teatro del Descubrimiento, donde el visitante podía presenciar una mini-ópera (en vídeo) de la famosa soprano Kiri Te Kanawa, acompañada por la Orquesta Sinfónica de Nueva Zelanda.
Los tambores polinesios sonaban al ritmo del himno de la navegación, basado en el poema de <<Recalada en mares desconocidos>> de Allen Curnow, 1940. La representación musical se transformó en tormenta que narraba la llegada de una familia moderna y otra procedente del viejo mundo. Tras la tormenta llegaba la calma y la belleza, y el visitante navegaba por la Nueva Zelanda actual.
La sala contigua presentaba un espectáculo de ciento cuarenta y cuatro pantallas individuales, con movimiento independiente, que describían en seis minutos y al ritmo de una música <<marchosa>> la Nueva Zelanda de hoy.
El recorrido por el interior del pabellón finalizaba en esta zona, pero continuaba por el restaurante-cafetería del pabellón, donde el visitante podía degustar los vinos de este país, ganadores de premios internacionales.
En la tienda se podía conseguir adornos de bisutería, realizada con las típicas conchas del país o las famosas camisetas negras, de mangas largas, de la conocida selección de rugby neozelandesa <<All Blacks>>.
El primer ministro de Nueva Zelanda, Jim Bolger destacó durante la jornada de honor de Nueva Zelanda, el papel de imagen mundial que jugaba la Expo 92, <<la realidad que se esconde tras esta Muestra Universal está más allá de la simple metáfora: las telecomunicaciones han acercado nuestras fronteras todavía más y este proceso continúa, incluso más rápidamente>>.