Filipinas, archipiélago formado por más de siete mil islas, ocupó aquella jornada el centro de atención de todos los visitantes al recinto de la Cartuja, el motivo fue la celebración de su Día Nacional en la Expo 92.
El pabellón de Filipinas estuvo situado en la Avenida Uno, junto a otros países asiáticos: Tailandia, Singapur, Indonesia y Malasia.
Bajo el lema, <<Filipinas, una tierra diversa>>, este país presentó al mundo una nueva imagen a través de un audiovisual que duraba siete minutos y que mediante diapositivas hacia un recorrido por todo el archipiélago, haciendo hincapié en el turismo y comercio, e invitando a los presentes a venir a visitarlo.
La sala expositiva contó con piezas de oro con una antigüedad de más de ochocientos años antes de Cristo, grabado en cristal de las famosas terrazas de arroz de la Cordillera Norte, tejidos indígenas hechos a mano y como novedad la Virgen de la Paz.
El pabellón filipino constó de varias partes, pero las más importantes fue la sala audiovisual, sala de exposiciones, tienda filipina y el restaurante que llevaba por nombre <<Viva Manila>>.
El montaje audiovisual se presentó simultáneamente en inglés y español y mostraba una vista breve de Filipinas, con un especial atractivo de sus playas y gastronomía.
En la sala de exposiciones había que resaltar la Virgen de la Paz y Buen Viaje, de procedencia española, que salió de nuestro país en el siglo XVI.
Lo que simbolizó la presencia española en las islas Filipinas fueron las maquetas de las fachadas de los edificios hispánicos construidos durante los siglos XVII y XVIII, entre las que destacaban las iglesias de Miagao de Iloilo, catedral de Manila, Iglesia de Malate, la del Santo Niño Cebú y el Fuerte de Santiago.
Todas estas piezas estaban hechas de piedra de mactán y representó la más importante herencia de la época española.
Por otra parte, también destacó las famosas terrazas de arroz Ifugao, situadas en la zona de la cordillera norte de Luzón y donde viven nueve grupos étnicos que permanecieron ajenos a toda influencia extranjera y que practicaban numerosos ritos relacionados con la siembra y la cosecha.
La arquitectura del pabellón filipino estaba inspirada en una casa solariega que mostraba la herencia tradicional del país y sus diversas influencias culturales. Del pabellón destacaba su torre compuesta por conchas.
Los responsables del pabellón hicieron durante aquella jornada de honor de Filipinas un sorteo mediante el cual regalaron un viaje a Filipinas a aquella persona que acertara el número de cochas de que constaba la citada torre.
El pabellón de Filipinas constó de una fachada de vidrio con paneles de chapa lacada, y una gran torre cubierta de efectista colorido en tonos pastel que recordaba de lejos los papeles de Alejandría. La misma arquitectura del pabellón ya simbolizaba parte de la tradición filipina, al llevar al bambú como sustituto del vidrio, la chapa lacada o de las tejas de barro.
Grupos folclóricos y estrellas filipinas de la canción melódica actuaron en el recinto. Pero su principal atractivo lo constituyó una colección de piezas de orfebrería, en oro, datadas en el siglo X, así como paneles de tejidos musulmanes, bordados y cerámica.