Estonia celebró aquella jornada su Día Nacional en la Expo 92 con un conjunto de actos protocolarios y culturales que estuvieron presididos por el primer ministros estonio Tiit Vahi y el ministro de Economía Olari Taal.
El grupo de música <<Leigarid>> amenizó la jornada de honor de Estonia en varios espacios escénicos del recinto.
Estonia estuvo presente en la Expo 92 a pesar de las dificultades originadas por los rápidos cambios políticos que estaban sufriendo su país tras la proclamación del período de transición de la ya desaparecida Unión Soviética en Estonia.
El pabellón de las Repúblicas Bálticas, que estuvo situado en el Camino de las Acacias (Frente al pabellón de las Artes), se distinguió por su gran carpa blanca que acogió a Estonia, Lituania y simbólicamente a Letonia, ya que esta República no pudo participar en la Expo.
El interior de la gran carpa blanca había sido decorado por el artista Ando Keskkula, a su vez comisario general adjunto de Estonia. Entre los contenidos de este pabellón se vislumbró la obsesión por mostrar los intentos del ejército soviético por reprimir su derecho a la autodeterminación. Las dos Repúblicas bálticas presentes en este pabellón habían repartido sus contenidos a lo largo del mismo.
El recorrido comenzaba por la sección nacional estona, en cuyo sector central se había instalado una plataforma metálica de la que emergían nueve bases líticas (materia de construcción históricamente empleado en este país para diferentes edificaciones), que rememoraban las de los molinos de vientos estonios.
Estos nueve pilares rematados en monitores de televisión que proyectaban continuamente vídeos culturales, nacionales, etcétera. A un lado de la plataforma había una prolongación de las mismas piedras, que evocaban la historia ancestral de Estonia. Los rayos de luz que venían del suelo simbolizaban los deseos de libertad de la humanidad, y la línea roja que dividía este espacio, los cincuenta años de miedo y presiones que este pueblo había vivido.
Antes de llegar a la zona que albergaba seis maniquíes femeninos con trajes de diferentes regiones estonas, el visitante contemplaba un piano de gran calidad. Este piano y su silla estaban a la venta del público, por 975.000 y 22.500 de las antiguas pesetas, respectivamente.
Los vestidos nacionales de los seis maniquíes destacaron por sus colores y sus detalles. Todos mostraron un adorno de plata de ley, sombreros de tela y fajines tejidos a mano por las mujeres de cada región. Estos maniquíes se exhibieron entre barrotes de hierro que recordaban a la opresión sufrida por este pueblo.
Entre los contenidos de este pabellón resaltaban las figuras realizadas con cuero, procedentes del Museo de Arte. Estas obras representaron curiosas figuras, como unos dedos en forma de caja, piernas, manos y curiosas figuras con formas de animales.
También destacaron dentro del pabellón de Estonia ocho obras de arte moderno de dos artistas estonios: Eve Kask y Anu Duurak.