Arabia Saudí celebró aquella jornada su Día Nacional en la Expo 92. Para conmemorarlo estuvo presente en Sevilla el príncipe Salman Ben Abdul Aziz, hermano del rey saudita, Fahd Ben Abdul Aziz al Saud.
Este particular pabellón efímero estaba situado en el Paseo Oeste del recinto de la Exposición Universal, cuyo diseño expositivo corrió a cargo de Fitch Benoy, iniciándose las obras en el mes de junio de 1991 y concibiéndose como un edificio constituido por un entramado de tubos metálicos y bloques de hormigón.
Muros de barro cocido encerraban una gran tienda que cubría el área de exposición, un oasis de palmeras y una pared de agua. Las magníficas mantas beduinas, de brillantes cromatismos, fueron utilizadas para cubrir el patio, traduciéndose en un gran homenaje a la variedad de la Arabia Saudita y a su rico legado de artesanía.
Paredes de barro cocido y otros materiales de construcción tradicionales de Arabia formaban la parte principal del pabellón. Todos los elementos se fundían en una mezcla de colores brillantes creada por las mantas beduinas tejidas a mano y que cubrían la Sala del desierto.
Los visitantes entraban por una puerta tradicional que llevaba a una plaza ambientada por paredes de agua en la que había un oasis. El público se trasladaba luego por una oscura galería de roca pasando por un holograma del Corán en la Sala del desierto.
El pabellón integró los tres elementos arquitectónicos que representan al reino (la estructura Mudbrick, la carpa beduina y la malla islámica), esta última, de acero, fue usada como matriz para desplegar los musharabiyah típicos. Este espacio fue único porque ofrecía una fachada abierta como un espacio público, permitiendo que los visitantes contemplasen la exhibición al mismo tiempo como un acontecimiento interior y exterior.
En cuanto a los contenidos, en el interior del pabellón fue instalada una habitación del desierto conteniendo arena de aquellos desolados territorios, con numerosos hallazgos arqueológicos y otros elementos relacionados con el desierto. Al final de esta habitación, se encontraba una pantalla gigante que mostraba un cortometraje sobre la vida y las gentes del reino.
Se exhibió un antiguo ejemplar del Corán y las exposiciones que rodeaban el patio central describieron la historia y geografía: diversidad, fundamentos religiosos, con especial énfasis en la custodia de los lugares sagrados: Meca y Medina, con dos grandes maquetas que los reproducían.
Visitar este pabellón era trasladarse a una fascinación de otros mundos, este pabellón tuvo un encanto especial para los casi 6 millones de personas que lo visitaron. Con auténtica arena del desierto, el público accedía a una representación de la vida y costumbres de los árabes.