Aquella jornada de 1992 el País Vasco abrió el turno sucesivo de días de honor y nacionales que se desarrollaron a lo largo de toda la Exposición Universal de Sevilla. La jornada se vistió por ello de música y danzas vascas que inundaron con su música el recinto mientras se sucedían los actos oficiales programados con tal motivo.
El lehendakari, José Antonio Ardanza, presidió, acompañado del ministro del Interior, José Luis Corcuera, y del comisario de la Expo, Emilio Cassinello, la inauguración del pabellón vasco en la muestra.
Tras el acto protocolario que fue cerrado por los sones del Agur Jaunak, (adiós señor), un himno tradicional vasco, la comitiva se dirigió al pabellón del País Vasco donde el lendakari procedió a izar la ikurriña y pronunció unas palabras, primero en euskera y luego en castellano, en la que destacó que el pueblo vasco estaba presente en esta Exposición Universal porque participaron activamente en la aventura americana.
Después de la visita al pabellón, Ardanza destacó que este pabellón respondía en lo que el pueblo vasco quería que respondiera, un pabellón donde se fue combinando por una parte una referencia histórica de la presencia de los vascos en todo lo que fue la aventura americana.
Del pabellón del País Vasco también destacamos un cine muy singular que daba una imagen del Euskadi actual, y luego se mostraba, la Euskadi industrial y tecnológica apostando hacia el futuro en esa combinación del progreso, del descubrimiento y de tecnología y modernidad.
El lema de la presencia de Euskadi en la Exposición Universal de Sevilla fue <<Euskadi Herría>>, el país de los vascos, en torno al cual giraron todos sus interesantes contenidos programados.
La estructura de su pabellón fue diseñado por Luis Angoloti y Apolinario Fernández de Sousa y recordaba a los típicos caseríos vascongados, especialmente en su característico tejado.
La fachada evocaba, con orgullo patrio, la tricolor y bicrucífera enseña de los territorios que integra la comunidad, a base de vidrio continuo que en la noche se tornaba rojizo con la piedra de Mañaria apiconada y la moldura, con iluminación verde, le brindaba un inconfundible carácter.