Nos trasladamos en la Expo-Hemeroteca al 1 de Julio de 1989, fecha en la que la organizadora entregó los terrenos a los países participantes de la Exposición Universal de Sevilla para poder construir a partir de ese instante y durante tres años el sueño de la Muestra Universal.
La Expo’92 cumplió el plazo previsto para la entrega de terrenos a los participantes y presentó durante aquella jornada a los diferentes comisarios de países y organismos internacionales un recinto cuyas obras avanzaban con celeridad hacia la celebración de la Exposición Universal.
Con la entrega de parcelas se abrió aquel día una nueva etapa en los preparativos de la Expo a tres años de su celebración.
A partir de ese momento los participantes comenzarían a levantar sus edificios agrupados en el terreno de la Isla de la Cartuja por zonas geográficas, históricas o socioeconómicas, incluso durante la entrega de parcelas algunos países presentaron públicamente sus proyectos arquitectónicos que levantarían durante los siguientes 3 años.
De esta manera tal como establecía el reglamento de la Expo’92 fueron entregados a los países participantes los terrenos en los que éstos podrían comenzar la construcción de sus correspondientes pabellones.
Los comisarios de los países y organizaciones internacionales que formaron parte de la muestra comprobaron sobre el terreno aquella calurosa jornada, la acelerada marcha de los trabajos del recinto y recibieron sus parcelas, que en total ocuparon una extensión de cuarenta hectáreas.
La ceremonia de entrega se llevó a cabo en la Isla de la Cartuja, enfrente del Monasterio de Santa María de las Cuevas, un edificio del siglo XV que fue sede del pabellón Real y al acto asistieron los comisarios generales de sección y representantes gubernamentales de 77 países. Hasta aquel 1 de Julio de 1989, 98 Estados y 18 Organizaciones Internacionales habían confirmado su asistencia a la Expo Sevillana.
Los participantes estaban obligados a presentar sus proyectos definitivos antes de febrero de 1990 y firmar en septiembre de ese mismo año sus contratos previos de participación, en los que se concretaban la superficie y localización de los diferentes pabellones.
Así, el pabellón de España -el de mayor superficie, con 10.000 metros cuadrados- presidió la llamada avenida de Europa, que estaba considerada como la zona más noble del recinto y en donde estuvieron los pabellones de los países de la Comunidad Europea.
En cuanto a los países latinoamericanos, la Sociedad Estatal había propuso durante aquella jornada que se agruparan en un pabellón conjunto oferta que fue rechazada por la mayoría de los representantes, ya que algunos de estos países, como México, Brasil o Argentina, habían solicitado terrenos propios.
También Marruecos prefirió tener un pabellón propio, que ocupó una superficie de 5.000 metros cuadrados y de esta manera no integrarse en el de los países de la Liga Árabe.
El acto de la ceremonia de entrega de los terrenos a los diferentes países y organizaciones internacionales finalizó con la izada de todas las banderas de los participantes por parte de un grupo de niños y de esta manera culminó el acto aquella jornada.