Día clave dentro del montaje de contenidos del pabellón de México ya que ese mismo día llegan a la Cartuja el setenta por ciento de las maquetas que se instalarían en la terraza del pabellón.
Las maquetas representaron los principales centros ceremoniales mesoamericanos, dichos templos fueron representados en nueve agrupaciones: Tenochtitlán, Teotihuacán, Uxmal, Palenque, Chichenitza, Tajin y Montealbán, entre otras.
Las maquetas fueron construidas a escala de 1,25 metros de altura y fabricadas en México capital, bajo la supervisión del arquitecto comisario del espacio mexicano en la Expo’92, Pedro Ramírez Vázquez, el solar donde se expuso y continuaron varias maquetas después de la Expo’92 mide dos mil cien metros cuadrados.
En la azotea del pabellón también se instaló una cafetería, donde se sirvieron durante toda la Muestra Universal, bebidas típicas de la tierra que se compaginó con la memoria de la cultura precolombina que fue el eje central y el jardín de Mesoamérica, que contiene maquetas de algunas de las joyas arqueológicas mexicanas.
Cuando Hernán Cortés escribió al rey Carlos V, contándole sobre sus impresiones de Tenochtitlán, ciudad capital del imperio azteca, dijo: <<Hay un palacio tan maravilloso que me parece casi imposible describir su belleza y grandeza, me limitaré a declarar que no hay nada semejante en España>>
En el pabellón de México se pudo disfrutar de esa belleza y grandeza que aportaban las maquetas y fotografías que no dejaron de elogiar las descripciones de Cortés y de Bernal Díaz de Castillo.
El visitante de la Muestra que tuviera la más mínima imaginación podría contemplar desde las alturas de las montañas que rodean el valle del lago de Tenochtitlán, lo mismo que vislumbró Hernán Cortés: la maravillosa ciudad de los llamados aztecas.
