Extremadamente sonriente, encantado por todo lo que le rodeaba y preguntando hasta lo más insospechado, poniendo incluso en apuros a la comitiva, el Príncipe heredero del gran Imperio nipón recorrió las instalaciones de la última Exposición del siglo XX.
El próximo Emperador de Japón, Naruhito, que se proclamará oficialmente el 19 de octubre de este año 2019, fue sin duda uno de los mejores embajadores recibió la Expo en sus Días Nacionales. Así, Japón siguió sumando puntos a la extensa lista de lo-gros que venía engrosando ya desde que diera comienzo la Muestra Universal.
Tuvo palabras de agradecimiento y apoyo para todos, además de mostrarse asequible a los medios de comunicación, a los que se dirigió con el tradicional saludo japonés. En su breve y dudado discurso destacó la labor de los españoles en la puesta en marcha de este evento. «Deseo expresar mi más profundo respeto a la inteligencia, al conocimiento y al entusiasmo de todos los habitantes de esta nación entregados de lleno a esta gran tarea histórica» comentaba el próximo emperador de Japón en la Isla de la Cartuja.
Y prosiguió afirmando que su país participa en este encuentro con un gran proyecto. «Espero que los visitantes que se acercan hasta Sevilla, tengan la oportunidad de conocer más profundamente los diversos aspectos de nuestra cultura y reflexionar sobre la historia de intercambio entre Japón y los países que componen Europa».
El próximo Emperador de la Nación del Sol Naciente concluyó su alocución, que versó en japonés, con el más sincero de los agradecimientos a los organizadores de la Muestra del 92, pero esta vez en un estudiado español.
Como venía siendo habitual, el comisario general de la Expo 92, Emilio Cassinello, haciendo eco de sus protocolarias obligaciones, destacó en su discurso de bienvenida el ejemplo que supuso para nuestro país la Exposición que se llevó a cabo en la ciudad japonesa de Osaka en 1970, que «fue la credencial internacional de un país que subía espectacularmente al gran escenario del mundo». «Sevilla 92 es la llamada de atención -continuó- de una España que reequilibra el peso relativo de su pasado y su futuro».
Citó también el comisario las consecuencias que para ambos territorios ha tenido y tiene un montaje de tanta envergadura. «España y Japón, ambos necesitábamos un acontecimiento como la Exposición; tenemos una historia tan rica que con frecuencia envejece el presente y emborrona la lectura del futuro».
Ya en el mediodía de aquel caluroso mes de Julio de 1992 en el que visitaba la Expo el próximo emperador de Japón, ambas comitivas comenzaron el apretado programa de visitas, que se prorrogó hasta bien entrada la tarde. Cambiando el sistema de recorrido tradicional, primero accedieron al pabellón de España, en cuyo patio se llevó a cabo la fotografía oficial.
Seguidamente, se dirigieron al Pabellón de Andalucía, donde fueron recibidos por el presiden-te de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves.
El futuro Emperador de Japón se mostraba «fascinado y encantado» por todo lo que le mostraban, «pidiendo incluso explicaciones detalladas de cada uno de los contenidos».
Antes del almuerzo en el pabellón Real, las comitivas se trasladaron al pabellón del país del Sol Naciente, donde el heredero Naruhito se descalzó para pasear por el interior del Palacio de Azuchi, firmó con grandes signos japoneses en el libro de Honor y recibió como regalo una paloma de papel, hecha a mano por el experto artesano de papiroflexia que trabaja en el pabellón.
Pero fue en este momento cuando surgió la verdadera anécdota del Día Nacional de Japón. El trabajador se excusó del «insignificante presente», como él mismo señaló, «porque las manos del inminente Emperador del Japón no están aptas para tomar este detalle», argumentó. Así pues, la paloma de papel fue recogida por uno de los componentes del séquito real japonés.
La programación oficial del Príncipe japonés concluiría por la tarde visitando los pabellones de Fujitsu, Venezuela y México.