El Banco Central Hispano, uno de los bancos oficiales de la Expo’92, decidió aquella jornada ser parte del patrocinio de un teatro de nueva construcción que se ubicaría en el recinto de la Isla de la Cartuja.
Aquel nuevo edificio que se complementaría con muchas actividades durante la Exposición Universal se llamó Teatro Central y contó con un presupuesto inicial superior a los mil quinientos millones de pesetas.
Durante la Expo ofreció una programación con dos líneas básicas de contenido: una dedicada a las vanguardias, que incluyó danza, música y teatro, y otra que contempló a los autores teatrales españoles vivos.
Este proyecto se sumó a otros muchos, que llenarían la ciudad de un programa de representaciones de ópera, música clásica, teatro clásico, teatro vanguardista y folclóricas durante 1992. Otras infraestructuras creadas entonces fueron el teatro de la Maestranza y el auditorio de la Cartuja.
La construcción del nuevo teatro en la Isla de la Cartuja se llevó a cabo con un proyecto de edificación permanente y se situó su edificio junto al borde del río, dentro del recinto de la Muestra Universal donde visualiza un volumen levantado del teatro: una caja dentro de otra caja.
La de los milagros, la sala, la caja negra, de 20,50 metros de altura, girada e inscrita dentro de otra. Un volumen limpio, chapado en piedra natural, desnudo, sin ornamentación y que destaca entre la vegetación del borde del agua.
El mismo 20 de abril se inauguró el teatro para el gran público con la obra La Gallarda, de Rafael Alberti, a la que siguieron otras. Desde agosto hasta comienzos de octubre del 92 se realizó un ciclo de teatro español contemporáneo. El Centro Andaluz de Teatro trajo al director húngaro George Tabori para presentar la obra El gran inquisidor, de Dostoyevski, durante tres días de octubre de ese año, tras el ciclo de teatro español.