La polémica rodeaba la participación de Suiza en la Exposición Universal de Sevilla aquellos días de Agosto de 1989, tras la elección de su proyecto de pabellón, una torre de hielo de treinta metros de altura y doce de diámetro, cuyo coste aterrorizaba a quienes pensaron en su mantenimiento durante seis meses con una temperatura ambiente de cuarenta grados.
El autor del proyecto <<Swice>> pretendió integrar su obra en la tradición andaluza del combate de siglos para refrescar el clima y cuyo ejemplo más representativo se encuentra en los jardines del Generalife, de Granada, donde se logró unir la naturaleza con las construcciones artificiales para hacer la temperatura más soportable.
Vicent Mangeat, arquitecto helvético, obtuvo en 1988 el primer premio del concurso organizado por la Comisión de Coordinación para las Exposiciones Universales (Coco), al que se presentaron ciento veinte proyectos. El jurado que premió el trabajo de Mangeat estuvo presidido por el secretario general del departamento de Asuntos Exteriores suizo, Rudolf Schaller.
Sin embargo, el propio Schaller calificó poco después de invendible al Parlamento suizo la idea de mantener en Sevilla, durante cincuenta años, y a una temperatura media tan elevada como la de la ciudad andaluza, ya que en un principio la organizadora de la Muestra impuso que los pabellones fueran duraderos y los países participantes se responsabilizaran de ellos durante medio siglo.
Asimismo, surgieron todo tipo de críticas de arquitectos, sobre todo económicas, ante el gasto de energía para mantener el hielo en buen estado, y que ofrecieron contraproyectos. Pero Schaller recordó que otras cuatro ideas habían sido retenidas, de las cuales finalmente se optó por la conocida torre de papel que levantó Suiza.
La confederación helvética acordó aquellos años en 1988 un presupuesto de treinta millones de francos (unos dos mil quinientos millones de pesetas) para costear la presencia suiza en la Exposición Universal de Sevilla, de los que la mitad se había previsto para la construcción en un principio de aquella torre de hielo, y el resto al mantenimiento.
El jurado, al que cautivó la idea <<loca y genial>> de plantar una torre de hielo en Sevilla para sugerir la inscripción modesta del frio suizo en la historia y herencia de Andalucía, el arquitecto recordó que los gastos energéticos de la torre representarían el cinco o seis por ciento del coste global de mil doscientos millones de pesetas previsto para la construcción.
En el proyecto desechado del pabellón de Suiza estaba prevista la torre, de treinta metros, que se encontraba situada sobre una peana, y protegida por una especie de parasol gigante que seguiría los movimientos del sol, mientras que al pie de la torre de hielo estaba prevista en el proyecto una explanada que permitiría la expresión a creadores y artistas.
El arquitecto Mangeat imaginó en su proyecto un gigantesco frigorífico que funcionaria sobre el principio de las pistas artificiales de patinaje, para lo que se necesitaría primero levantar un entibado de madera, combinado por una red de transporte del frío, estructura que se llenaría de hielo, que debía ser allanado y regado.
Dos máquinas harían circular la corriente fría en la torre para conseguir que se conservara su forma intacta, mientras que todo el edificio sería protegido por una gran vela móvil, que giraría según los rayos del sol.
Finalmente el proyecto fue rechazado con totalidad en Octubre de 1989 y se optó por otro proyecto de Vicent Mangeat que todos conocemos, un pabellón con forma de teatro, sin cubierta, en el que una torre de 38 metros de altura, construida con papel reciclado e impermeabilizado ocupó el foso y el resto se destinó a exposiciones, salas de espectáculos y un café-teatro.