El Pabellón de las Islas del Pacífico Sur, que fue reconstruido durante la Muestra Universal, representó a los estados de Fiyi, Kiribati, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón y Vanuatu. La República de Vanuatu celebró su Día Nacional.
Este país obtuvo su independencia el 30 de Julio de 1980. Hasta esa fecha fue un condominio franco-británico. Tomó el nombre de Vanuatu, forma alterna de <<Vanuaaku>>, vocablo bislamo (dialecto neomelanésico e idioma oficial) que significa <<nuestra tierra>>.
Los primeros europeos oyeron hablar de estas islas a través del explorador español Pedro Fernández de Quirós, que llegó en 1606 convencido de que Espíritu Santo era el continente austral aún no descubierto. Sin embargo, fue James Cook quien le dio el nombre de Nuevas Hébridas en 1774.
De los descubrimientos de los exploradores se aprovecharon los traficantes, atraídos por los beneficios que podían conseguir del tráfico de madera de sándalo en el mercado chino.
El pabellón de las Islas de Pacífico Sur, reinaugurado el 30 de Julio de 1992, fue una construcción típica que representaba un templo, pero que a raíz del incendio se quedó en una casa. El interior de la cabaña estaba compuesto por cuatro zonas: la entrada, a modo de pasillo serpenteante bordeado de palmeras y pajizos; la casa propiamente dicha, donde se escenificaba la importancia de la pesca; la zona central con fotografías, artículos de antes y de ahora, una cascada, un lago artificial y una muestra en exposición de los productos manufacturados.
La cuarta zona estaba dominada por la tienda, donde podían adquirirse tótems, jabón de coco, café y muestras de artesanía en madera y cestería.
Como si de un barco se tratara, a lo lejos, antes de acercarse al pabellón, se divisaban dos mástiles y una especie de bandera que ondeaba contra el viento y sin marea. Anunciaba un rincón del Pacífico, pero el verdadero son de llamada lo hacían los tambores rituales que periódicamente resonaban. Un lago bordeaba la cabaña; una empalizada también.
Cada dos horas, coincidiendo con la media, podían verse danzas tradicionales. Si algo llamaba la atención de este pabellón, fue el elemento humano. Las azafatas llevaban una flor roja, un habiscus, sujeta a la oreja, que hacia recordar las películas americanas de la II Guerra Mundial. Los aborígenes hacían sus labores artesanas de construcción de barcos o tambores; las mujeres, con el traje tradicional hecho de horas de coco y de palmera, hacían labores de cestería.