Un grupo de 53 arquitectos españoles, correspondientes a la cuarta promoción que ingresó en la Facultad de Arquitectura de Sevilla escogieron aquella jornada el Pabellón de Chile entre los cinco más interesantes de la Expo, en un recorrido efectuado por la Isla de la Cartuja durante la recta final de las obras en el recinto.
Para José María Benjumea, de la Dirección General de Proyectos y Construcción de la Expo, el edificio corresponde a una arquitectura pura, de una obra acabada. Añadió aquella jornada de 1992 en la que indicó que el pabellón había logrado liberarse de la octogonalidad de la parcela, logrando crear formas curvas que rompen con los cubos y paralepípedos que abundaban en la Expo.
Jaime López de Asiaín, creador del proyecto de bioclimatización de la Muestra Universal, estimó aquella jornada que el Pabellón de Chile tenia una acertada arquitectura en lo que a un edificio destinado a una exposición se refiere. A su juicio, el pabellón tiene una gran calidad de diseño.
Este pabellón construido enteramente en madera laminada y con techo de cobre fue diseñado por los arquitectos chilenos José Cruz y Germán del Sol, y había sido elegido por los citados profesionales aquella jornada en la que recorrieron asimismo los del Futuro, Japón, Kuwait y el de Andalucía.
El Pabellón está diseñado por una galería de madera laminada con contornos levemente ondulantes, cubierta por un techo de color rojo fabricado con placas de cobre. La luz entra por los espacios que deja las aperturas de la madera, el pabellón se orientó en una posición norte-sur, al igual que Chile.
Los materiales utilizados fueron madera de pino radiata, una variedad de pino Monterrey, originario de la Baja California, que en la zona sur de Chile es de excelente calidad y cobre, principal producto de exportación, de carácter perdurable e imperecedero.