Los logotipos de Expo’92 y de Cartuja 93, fundidos en la pantalla de agua del lago de España, es la última imagen que mantienen en la retina las 100.000 personas que asistieron aquella jornada a la ceremonia de clausura de la Exposición Universal de Sevilla.
Cientos de miles de personas recorrieron en la última jornada los pabellones de la Expo 92 de Sevilla, pieza fundamental de las celebraciones españolas en el año del V Centenario del descubrimiento de América.
El personal de seguridad vigilaba atentamente las 215 hectáreas de la exposición, mientras la familia real española y el gabinete presenciaban la ceremonia de clausura de la Expo, tras seis meses de exhibición.
Un ¡oh! de la multitud saludó las solemnes palabras de «la Expo ya es historia» que pusieron colofón al discurso del Rey Juan Carlos I desde la terraza del pabellón de España. A las 22.45, la esfera, emblema de la exposición, soltó amarras y se elevó en el cielo sevillano. Todo había terminado.
Al menos la Expo oficial, porque las ganas de juerga de trabajadores y visitantes, atesoradas durante seis meses de trabajo casi ininterrumpido, se impusieron sobre el relente que se dejaba sentir en la última noche de la Muestra en La Cartuja.
Todo empezó antes de las diez de la noche. Dos horas antes, la Familia Real ofreció una recepción en el Pabellón Real a la que asistieron varios centenares de invitados.
Los Reyes, el príncipe de Asturias y las infantas Elena y Cristina llegaron al pabellón de España a bordo de uno de los catamaranes que sirvieron de transporte fluvial entre la ciudad de Sevilla y el recinto de La Cartuja durante los 176 días de la muestra.
Tras contemplar el espectáculo del lago, aderezado con unos cuantos fuegos artificiales extras y la huida, cielo arriba, de la luna hinchable del final, Don Juan Carlos tomó la palabra.
<<Sólo el agradecimiento expreso «con singular cariño al pueblo de Sevilla que ha sabido hacer suya esta Exposición Universal»>> arrancó un cálido aplauso de la concurrencia antes de finalizar la locución real.
Dos pantallas gigantes, la de la plaza Sony y la de la fachada del pabellón de España, retransmitieron en directo el discurso del Rey.
Un silencio absoluto, sólo el monorraíl y los telecabinas continuaron a oscuras su habitual recorrido durante la despedida del Rey a la Expo.
En esta ocasión fueron unas 100.000 personas las que rodearon por última vez el lago de España. La traca final fueron los fuegos artificiales que en doce puntos diferentes de La Cartuja convirtieron a ésta en una verdadera isla multicolor.
Cuando finalizaron y volvieron a encender de nuevo las luces de las calles de la Expo se pudo ver cómo, con disimulo, como algunos visitantes se secaban las lágrimas y otros se preparaban para su fiesta particular.
Y al año siguiente, en Octubre de 1993 tomaba las riendas del recinto Cartuja 93 (Actual PCT Cartuja), proyecto iniciado en 1989 de la mano de la Junta de Andalucía que encargaría a un grupo de especialistas el Proyecto de Investigación sobre Nuevas Tecnologías en Andalucía.
En el Proyecto PINTA se incluyó como actuación singular el Proyecto Cartuja 93 como propuesta de creación de un medio de Innovación Tecnológica para Andalucía en el recinto de la Exposición Universal de 1992.
Un año antes del inicio de este proyecto, en 1988, la Sociedad Estatal Expo’92 había planteado a los países y empresas participantes la posibilidad de construir pabellones permanentes, siempre que su utilización posterior se integrase en un conjunto Científico y Tecnológico.
El objetivo era poner las bases infraestructurales para construir un atractivo emplazamiento para centros de investigación y difusión científica y de empresas innovadoras de alta tecnología.