Paraguay fue el primero de los países iberoamericanos que celebraron su festividad del día nacional en el recinto de la Muestra Universal de Sevilla además de celebrar también en esa fecha su declaración de independencia.
Su participación en la Expo 92 no fue muy fuerte económicamente al igual que otros países americanos, que habían contado con la ayuda del Gobierno español.
En palabras de la comisaria adjunta del Pabellón de Paraguay, Pilar Rodríguez, <<nuestra presencia en la Exposición Universal simbolizaba nuestra transparencia democrática de hoy tras haber dejado atrás los muchos años de sometimiento a una dictadura que nos tenía imposibilitado el acceso al mundo civilizado. Había que recuperar el tiempo perdido y, nada mejor para ello que estar presentes en esta Exposición Universal>>.
Durante aquellos días, Paraguay ofreció una muestra de su cultura y de su folclore con las actuaciones del Terceto Ñamandú, el grupo Vocal Dos, Los Tres Sudamericanos, la banda y danza folclórica municipal, el Ballet Sudamericano de Helio Seraffini, Nicolás Caballero, Gloria del Paraguay y Rolando Ojeda.
Durante la Exposición, el visitante que acudía al pabellón de Paraguay, ubicado en Plaza de América, tenía la oportunidad de conocer una cultura mestiza desarrollada con un sello de identidad propio y adaptada a la fusión de dos civilizaciones originarias: la guaraní y la hispánica.
Dividido en dos regiones naturales a través de sus ríos, se mostraban las peculiaridades geográficas, climáticas, flora y fauna de un país con indudables rasgos de la herencia de la cultura indígena, que no abandonaba la raíz del pueblo paraguayo.
Dentro del mayor complejo arquitectónico del recinto, Paraguay se presentó al mundo bajo el lema <<Paraguay: naturaleza pura y transparente>>.
El edificio Plaza América acogió en su interior la gran riqueza cultural de los dieciséis países latinoamericano que no disponían de un pabellón propio dentro de la muestra.
La composición armónica y coherente de este conjunto estaba basada en una síntesis de variantes bioclimáticas y arquitectónicas que configuraron el escenario favorable para reflejar el encuentro de dos mundos.
Con un desembolso de doscientos millones de las antiguas pesetas, financiados a partes iguales por el Gobierno y algunas entidades privadas, el pabellón de Paraguay ocupó una superficie superior a los trescientos metros cuadrados de los treinta y cinco mil metros cuadrados de la superficie total de Plaza de América.