Un jurado presidido por Jean Dondelinger , Comisario de la Comunidad Europea en la Expo’92, y en el que figuraban tres españoles (Javier Garrido, director del Departamento de Proyectos de la Muestra; José Luis Jimeno, decano del Colegio de Arquitectos de Andalucía Occidental y Antonio García, director de Construcción de Sevilla Service), eligieron aquel 31 de enero de 1990 el proyecto del alemán Karl Karsten Krebs, para el diseño del pabellón de la Comunidad Económica Europea en la Exposición Universal de Sevilla.
Se trataba de un pabellón subterráneo del que emerge, como elemento simbólico, una torre cónica a juego con las doce torres inspiradas en las chimeneas de la Cartuja que adornan la denominada Avenida de Europa durante la Muestra, en cuyo centro se había reservado para la Comunidad una parcela de sesenta por sesenta metros de lado.
La elección del pabellón comunitario se realizó mediante concurso abierto a todos los arquitectos de la Comunidad Europea.
La elección del pabellón subterráneo + torre cónica de cincuenta metros de altura y dieciocho metros de diámetro en su base, vino acondicionada por dos factores:
El primero, el mismo diseño de la Avenida número dos o de Europa, de ochenta metros de anchura por cuatrocientos de longitud, flanqueada por doce torres cónicas de treinta metros de altura (una por cada país de la CE de principios de los años 90), en medio de la cual, de forma excepcional por tratarse de un espacio público, se reservó un cuadrado de sesenta metros de lado para el pabellón comunitario.
Las torres constreñían de tal manera el espacio disponible, que la única solución lógica parecía la que fue elegida: el pabellón subterráneo.
El segundo factor fue la busca de un símbolo por parte de la Comunidad. Bruselas quería que su pabellón no se perdiera en el conjunto de la Cartuja, que no fuera como los otros, si no que fuera identificado fácilmente por su originalidad que quedaría en el recuerdo de los visitantes.
Ese papel simbólico lo cumplió a la perfección esta torre en forma de cono truncado de cincuenta metros de altura pensada inicialmente para su realización en poliéster y decorada con los colores de las banderas de los Doce, colores que al fundirse en parte del cono acaban formando una especie de arco iris.
Según el jurado aquella jornada, el proyecto del alemán Krebs es el que mejor expresaba el mensaje de unidad europea que la Comunidad entendía que debía manifestar en la Expo’92. Por otra parte, se inscribe en una tradición arquitectónica monumental que requirió, para su realización, el empleo de técnicas punta y, finalmente, un pabellón con una estructura que se mantiene en pie en la actualidad, como referencia permanente a la presencia europea en Sevilla.
Aunque el pabellón iba a ser efímero, el jurado recomendó a las autoridades comunitarias que se hiciera lo posible para convertir este pabellón en permanente, tanto por ocupar poco espacio como por la posibilidad reconvertirlo para múltiple fines al final de la Muestra.