Nos marchamos al recuerdo del Día Nacional de Pakistán, un país que tuvo serias dificultades de tiempo para finalizar su pabellón ya que el barco que contenía la estructura del edificio zarpó a finales del año 1991 de Pakistán y no llegó a la Expo hasta enero de 1992.
El pabellón de Pakistán tuvo el lema <<Descubrir la civilización de Moenjodaro y Gandhara>>. Esta es una civilización muy antigua, fechada alrededor de los 2500 años antes de Cristo, encontrada por una expedición de arqueólogos cerca del río Indo.
<<Moenjodoro y Gandhara>> ocupó el centro de la sala, coronada con una pequeña cúpula forrada de ricas telas con diez mil pequeños espejos. La réplica del busto de un sacerdote rey sobre la maqueta de la ciudad milenaria, daban muestra del descubrimiento arqueológico de esta civilización.
El pabellón de Pakistán estuvo concebido como un gran bazar, donde se colgaban y apilaban productos en diferentes tenderetes. Cada uno de ellos estaba atendido por un vendedor que explicaba a los visitantes lo que podían encontrar y comprar. Estos puestos ofrecían fundamentalmente artesanía y recuerdos típicos del país.
Se vendieron desde manufacturas textiles hasta muebles, pasando por bisutería, jarrones y cojines.
Pero sin duda, las alfombras fue lo más característico de este bazar. Había una variada exposición en la que se podían encontrar con un precio que oscilaba las seis mil y los dos millones de pesetas. Todas estas alfombras estaban hechas a mano por los artesanos del pabellón, que enseñaban el arte de tejer en un hilvanado de alfombra situado en el pabellón.
Los únicos elementos audiovisuales de la sala fueron dos televisores: uno de ellos reproducía la ceremonia de la apertura del hospital de Aga Khan, un líder espiritual para los musulmanes; la otra presentaba la ruta de la seda hasta China, acompañado con videos musicales de cantantes nacionales.
Y es que Pakistán no trajo a la Exposición Universal la presencia de un país de innovación y modernidad, sino de un pueblo comercial que aún seguía viviendo la vida del mercado.
Pero sin duda alguna, lo más conocido de este pabellón fue <<el gigante de Pakistán>>. El señor Nawaz, que así se llamó, fue uno de los hombres más altos del mundo con dos metros y medio de altura. Todos los días se situaba en la puerta de entrada para dar la bienvenida a sus visitantes, como lo hacía en la Exposición de Brisbane y Tsukaba. Trabajaba desde el mediodía, y siempre con buen humor y carácter afable, se mostraba a menudo fatigado por las horas y el calor que soportaba a diario.
De todas formas, fue un personaje muy popular en la Expo que hizo amistad con los trabajadores de otros pabellones. Cuando acababa su jornada diaria, el gigante acudía al restaurante pakistaní para bailar música folclórica de su país con <<el bailarín del cuenco>>. Este bailarín de ochenta años, fue también una de las atracciones del pabellón que consistía en sostener un cuenco con agua a cuatro metros de altura aguantando el equilibrio moviendo cascabeles colgado de sus muñecas y tobillos.