Tras seis meses repletos de actividad, fiesta e intercambio culturales aquella jornada tuvo lugar la jornada de clausura de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. España, como país anfitrión de todas las naciones que habían concurrido a la muestra, reservó para el final su Día Nacional en la Cartuja.
Así culminó un intenso semestre en el que no sólo se dejó patente el éxito de su pabellón, claramente manifiesto en las largas colas que día tras día llegaron a colapsar las puertas del pabellón español.
Muchos fueron los factores que ayudaron al éxito de la representación española en la Expo; su privilegiada situación presidiendo el lago y la Avenida de Europa al mismo tiempo; el hecho de ser el país anfitrión; y sobre todo, sus contenidos. Aunque sobre este último punto habría que afirmar que el preferido de los visitantes había sido sin duda alguna, el cine Movimas con la proyección <<Vientos de España>> que llegó a recibir en su sala, con un aforo de 162 butacas, unas 5.600 personas diariamente.
Esta película permitió al asistente introducirse en la pantalla y moverse al mismo tiempo que trascurría la acción; de tal modo que se tiene la sensación de montar en camello, coche de caballo, hacer windsurf o sentir el vértigo de viajar en globo.
A lo largo de aquellos seis meses, se pudo ver a gente esperando en las puertas de acceso al recinto antes de las nueve de la mañana, las cuales una vez veían libre el paso, emprendían una veloz carrera hacia las taquillas del pabellón español para acceder a la ansiada proyección.
Pero aquel éxito taquillero fue compartido, aunque en menor medida, por el apartado que llevaba por título <<Caminos de España>>. Esta muestra estuvo dividida a través de siete salas donde se realizaba un recorrido por la historia, la cultura, la lengua, el presente y el futuro de España.
El decorado y el montaje contribuyeron a despertar esa curiosidad en el público y, por supuesto, a obtener su beneplácito. Esto se fomentó en la siguiente sala, en la que mediante un montaje audiovisual se explicaba lo que supuso el encuentro del Viejo y el Nuevo Mundo.
Pero la mejor sala de <<Caminos>> fue la sala de la Lengua. En ella los entrañables Don Quijote y Sancho en una película de animación por ordenador, nos hablaban de la lengua castellana, su evolución e implantación mundial.
La siguiente estancia fue la preferida del público. En ella mediante 15 pantallas se mostraron el presente de nuestro país a través del láser, un <<ordenador animado>>, y un juego de pantallas que se elevaron y revelaron un elemento curioso como un barco, un coche, un robot que cogía naranjas, etc. La movilidad y la sorpresa jugaron un papel determinante que hicieron que el público, en pie, se desplazara de una esquina a otra de la sala buscando la próxima atracción.
<<Caminos de España>> culminaba con un mensaje lanzado por la voz de un astronauta del siglo XXI que afirmaba ser descendiente de alguien que visitó el pabellón español; además, se ofreció información a través de diez ordenadores y siete <<compact-disc>> interactivos.
La exposición <<Tesoros del arte español>> fue una muestra de lujo, que mereció unánime elogio. En ella se pudo admirar obras de calidad como <<La maja desnuda>>, de Goya; <<El caballero de la mano en el pecho>>, del Greco; <<Retrato del conde duque de Olivares>>, de Velázquez; <<Corpus hypercubicus>> de Dalí; <<Pesca nocturna en Antibes>>, de Picasso; <<Gallegas en la ventana>>, de Murillo y otras de autores como Zurbarán, Miró, Alonso Cano, Luis Morales, Berruguete o Madrazo.
Ese recorrido por el arte español en el que se tuvo una oportunidad única para apreciar tantas obras juntas, se había visto completado por la muestra <<Pasajes>>, por la que la mayoría de los visitantes, haciendo casi honor al nombre de las mismas, habían pasado de largo. En ella se ofreció <<La gran bañera>>, de Tapies; <<El agua oculta o el navegante interior>>, de Pérez Villalta; <<El perro de Goya>>, de Antonio Saura; o <<Taula negra>> de Barceló.