Aquel 4 de Julio de 1991 se presentaría en Madrid el proyecto del Pabellón de su Comunidad Autónoma en la Expo 92 de Sevilla y que tenía previsto un presupuesto de 636 millones de pesetas.
Del total de los 636 millones de presupuesto, que fueron aportados por la Consejería de Cultura y Caja Madrid, 325 fueron para el edificio en la Isla de la Cartuja y el resto, 311 para los contenidos.
La idea base en un principio del pabellón madrileño en la capital hispalense, que estuvo situado al borde del lago de España junto al resto de pabellones de las comunidades autónomas, fue de ofrecer una sensación de espacio abierto, de que la capital es una ciudad abierta, sin ningún mensaje ni contenido concreto según comentaría durante aquella jornada Manuel Arroyo, director del pabellón.
El edificio que representó a Madrid en la Expo 92 fue cúbico y abierto y fue diseñado por el equipo de arquitectos Solans, Briales y Del Amo, y que englobaron la construcción y los contenidos expositivos.
El Pabellón de la Comunidad de Madrid albergó, en sus 2.200 metros cuadrados, dos auditorios con capacidad para 400 y 1200 espectadores, una sala de exposiciones, servicios de oficinas, y restaurante.
Tanto el techo como las paredes del edificio estuvieron compuestos por 49 cubos, y las siete estrellas de la Comunidad de Madrid, diseñadas en plástico y con un reflector en su interior que adornaron la parte alta de la estructura.
Fue un edificio cúbico de 27 metros de lado y siete plantas de altura, construido en acero y revestido con materiales transparentes. Su aspecto de bloque de viviendas abierto fue objeto de la sublimación que sus creadores hicieron del lema <<Madrid ha sido y seguirá siendo lo que sean sus habitantes>>.